A la pregunta ¿Comer el pollo con piel o sin piel?, pero esta parte de la carne más consumida del mundo suele ser muy tentadora en muchas preparaciones. Cuando comemos pollo frito y horneado es muy posible que esté preparado con la piel, y puede otorgar una textura crujiente o jugosa, respectivamente, al primer mordisco.

Sucede que las cosas placenteras no son siempre las más sanas, y la piel del pollo se incluye en esta categoría porque contiene abundantes grasas. No obstante, esta parte contiene «grasas buenas» y colágeno, sustancia fundamental para proteger las estructuras de los tejidos. Entonces ¿Qué hacer? Esto es lo que debemos conocer.

Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, aunque el pollo tiene menos hierro que la carne vacuna, tiene menos grasas. De hecho, la carne de la pechuga contiene menos de 3 gramos de grasa por cada 100 gramos. Una de las causas por las cuales es tan consumida la carne de aves de corral en todo el mundo es que no existen tabúes sobre su consumo, y suele estar exenta de limitaciones culturales o religiosas, pero también debe serlo porque es una fuente de proteínas de buena calidad, fundamentales para el organismo.

Según se sostiene en una publicación de la FAO, cerca de la mitad de las grasas de la carne de pollo son monoinsaturadas y solo un tercio son grasas saturadas. Hay una proporción mucho más alta de grasas saturadas en la mayoría de los cortes de carne roja, que también varían considerablemente en la grasa total.

Por tanto, se considera que la carne de pollo es sana. No contiene grasas trans, uno de los posibles factores causantes de enfermedades coronarias, que están presentes, no obstante, en grandes cantidades en la carne de vacuno y cordero.

Sin embargo, en la grasa está el aspecto no tan favorable de consumir específicamente la piel del pollo. Esta parte del pollo tiene un 32% de grasas del cual dos tercios son grasas insaturadas, es decir, aquellas que contribuyen a mejorar los niveles de colesterol en la sangre; mientras que el tercio restante consiste en grasas saturadas, consideradas grasas dañinas para el organismo.

Nutricionistas opinan que el aumento calórico de la pieza de pollo si la consumimos con la piel se incrementa considerablemente, añadiendo además grasas que no son necesarias, por lo que recomienda retirar la piel antes de consumirlo.

Por otro lado, están quienes afirman que al dejar la piel mientras se cocina, preserva el agua y otros nutrientes de la carne, así como también evita que absorba demasiada grasa en el caso de ser frito, y luego, si no se quiere sumar un mayor porcentaje graso, se retira.

Se destaca que más allá de las calorías, ese buen porcentaje de “grasas buenas” contenidas en la piel del pollo. En una publicación de la Universidad de Harvard, expertos acentúan que esta puede ser beneficiosa y que no siempre es necesario retirarla.

La piel del pollo ha tenido mala fama por su alto contenido en grasa. Pero la mayor parte de la grasa de la piel del pollo es grasa saludable e insaturada, y cocinar con la piel mantiene el sabor y la humedad del pollo, por lo que no es necesario añadir tanta sal ni utilizar un recubrimiento empanado.

Además, teniendo en cuenta el tema del colágeno, proteína que es responsable de mantener y proteger las estructuras de nuestros tejidos y que es producida por el organismo, pero también está presente en alimentos como el pollo, especialmente los cortes con tejido conectivo, y sí, también la piel. Tal es el hecho, explican investigaciones que exploran la posibilidad de extraer el colágeno de la piel del pollo y desechar la grasa.

El colágeno es vital para el buen funcionamiento de la masa muscular, de nuestra piel, y de los tejidos en general, con lo cual consumir alimentos que lo contienen y que estimulan su producción es esencial.

Para finalizar, no es que consumir la piel del pollo sea absolutamente dañino para la salud, pero sí puede serlo el exceso. Todos los alimentos y nutrientes en exceso, pueden ser perjudiciales. De manera que lo más conveniente y sensato es evitar los excesos de todo tipo, mantener una ingesta equilibrada de proteínas, carbohidratos y grasas y una rutina regular de actividad física. Esa es la clave.

Publicado por Mujeres al Día, agencia de noticias e información.

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