Cuando los papás educamos a nuestros hijos, algunas veces lo hacemos muy deprisa, actuando de forma contradictoria o confusa, vista desde la perspectiva del pequeño; claro que siempre con la mejor de las intenciones, porque los niños son nuestro mayor tesoro.

Pero es bueno detenerse un instante, reflexionar y tratar de ponernos en el lugar de un niño que se mira en el espejo que representamos para él, y darnos cuenta de que nuestros niños son solo eso, niños y aunque ellos comprenden todo y son muy inteligentes, siguen siendo niños.

Este es un texto precioso que pone palabras a los pensamientos de un niño pequeño. Te invitamos a leer y reflexionar sobre esta carta de un niño a sus padres.

Carta de un niño a sus padres: ¡Papi y mami, escúchenme por favor!

«Mis manos son pequeñas y por eso se me cae la leche aunque no quiera…»
«Mis piernas son cortas, por favor, espérame y camina más despacio, así puedo andar contigo…»
«No me pegues en las manos cuando toco algo y de color brillante, es que quiero aprender…»
«Por favor, mírame cuando yo te hablo. Así sé que me estas escuchando…»
«Mis sentimientos todavía son tiernos, no me regañes todo el día, deja que me equivoque sin hacerme sentir tonto…»

«No esperes que la cama que haga o el dibujo que pinto sean perfectos. Ámame por el hecho de haber tratado de hacerlo lo mejor posible…»
«Recuerda que soy un niño, no un adulto pequeño. A veces no entiendo lo que me dices…»
«Te quiero tanto, por favor, ámame por lo que soy, no por las cosas que hago…»
«No me rechaces cuando estas molesto conmigo y vengo a darte un beso. Me siento solo, abandonado y con miedo…»

«Cuando me gritas me asusto, por favor explícame lo que he hecho»
«No te enfades cuando en las noches las sombran y la oscuridad me dan miedo cuando me despierto y te llamo… Tu abrazo es lo único que me devuelve la paz…»
«Cuando vamos a la tienda no sueltes mi mano creo que voy a perderme y que no me encontrarás jamás…»
«Me siento muy triste cuando ustedes discuten, a veces pienso que es por culpa mía y se me encoge el estómago y no sé qué hacer…»

«Muchas veces veo que abrazas y acaricias a mi hermano… ¿Es que lo quieres más que a mí? Quizá ¿Por qué es más lindo e inteligente?, pero yo… ¿No soy tu hijo también?…»
«Me regañaste duro cuando rompí mi juguete favorito y mucho más cuando me eche a llorar. Yo estaba triste y peor que tu… No lo hice a propósito y me quede sin él…»
«Te molestaste porque me ensucie jugando. Pero es que la sensación del barro en mis pies era tan rica y la tarde tan linda… Ojalá supiera lavar para lavar mi ropita…»

«Hoy te sentiste mal y yo me preocupé mucho. Traté de entretenerte con mis juegos, mis cuentos, ¿qué haría yo, si a ti te pasara algo?…»
«Me meten miedo con el infierno y no sé lo que es, pero pienso que debe ser algo así tan terrible como estar sin ti…»
«Aunque me dejaron con los tíos y la pase bien, los extrañe mucho toda la semana. ¡Ojalá no hubiera vacaciones para los papas!»
«Tengo mucha suerte! Entre todos los niños que hay en el mundo, ustedes me escogieron a mí…»

De adultos solemos olvidar como éramos en nuestra infancia, cómo sentíamos, qué cosas nos hería, qué nos daba miedo. Recordemos que para nuestros hijos somos héroes y somos lo más importante que tienen.

Tomado de consejos del conejo

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